Sonríen y se hacen cosquillas. Ella le acaricia la cara, él protesta, y gira la cabeza para tener su boca a escasos centímetros de la de ella. La quiere besar, y ella se deja hacer. Cómo no hacerlo, si le trae loquita. Vuelven a sonreírse. Cualquiera que entrase por la puerta se daría cuenta. Ya no es aire lo que ambos respiran, tan sólo su propio amor, y a ellos parece serles suficientes.
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